La conservación marina también está vinculada a la mitigación del cambio climático. Los océanos absorben gran parte del dióxido de carbono emitido por la actividad humana y regulan la temperatura global. Ecosistemas como los bosques de algas y las praderas submarinas son especialmente eficaces en este proceso, por lo que su protección es estratégica para la sostenibilidad.
El turismo responsable es otra forma de valorar la biodiversidad marina. Actividades como el buceo o la observación de cetáceos permiten disfrutar de la riqueza natural sin dañarla. Al mismo tiempo, fomentan la economía local y generan conciencia sobre la necesidad de conservar estos hábitats únicos.
En definitiva, la biodiversidad marina española es un tesoro natural que requiere atención constante. Protegerla no solo asegura la supervivencia de especies y ecosistemas, sino que también preserva servicios ecosistémicos vitales para la sociedad, la economía y el medio ambiente.
