Otro aspecto clave es el impacto económico y laboral. La demanda constante de nuevas series ha impulsado la creación de empleos en guion, producción, montaje y dirección. Además, las coproducciones entre plataformas internacionales y estudios españoles han aumentado la visibilidad del talento local, posicionando a España como un referente creativo en el ámbito televisivo europeo.
Sin embargo, este crecimiento trae consigo ciertos desafíos. La gran cantidad de contenido disponible puede generar saturación, y no todas las producciones logran captar la atención del público. Además, la competencia entre plataformas obliga a mantener una calidad constante y una innovación narrativa que no siempre es fácil de sostener. Aun así, el resultado general es una industria más rica y diversa, donde los espectadores son los principales beneficiados.
El futuro de la televisión pasa por la convergencia entre lo tradicional y lo digital. Es probable que los canales convencionales sigan existiendo, pero cada vez más integrados con servicios en línea. En este nuevo escenario, el espectador tiene más poder que nunca: elige qué ver, cuándo y cómo. Y esa libertad es, sin duda, uno de los mayores logros de la televisión moderna.