Además, la reducción de la dependencia de materiales escasos como el litio o el cobalto es una prioridad. Los laboratorios europeos están explorando baterías basadas en sodio o magnesio, elementos más abundantes y menos costosos. Aunque aún están en fase experimental, representan una alternativa prometedora que podría equilibrar el coste y la capacidad de producción a gran escala.
El software también desempeña un papel esencial. Los sistemas de gestión de batería controlan la temperatura, la carga y el rendimiento en tiempo real, prolongando la vida útil del componente y garantizando un funcionamiento seguro. Gracias a la inteligencia artificial, algunos vehículos ya son capaces de ajustar automáticamente su consumo energético según el estilo de conducción y las condiciones del entorno.
En definitiva, el futuro de los coches eléctricos está íntimamente ligado al avance de las baterías. A medida que estas tecnologías evolucionen, los vehículos serán más asequibles, duraderos y sostenibles. La próxima generación de baterías no solo cambiará la industria automovilística, sino también nuestra relación con la energía y la movilidad urbana.
